A tumba abierta, sin mirar atrás y sin espacio para el miedo. Nadie imaginaba que Barça y PSG ofrecieran algo distinto a una batalla feroz, un pulso de talento y resistencia donde ambos equipos se golpearan sin descanso hasta el límite. El Barça fue el primero en mostrarse, alternando momentos de brillantez con fases más imprecisas, pero fue el PSG quien administró mejor sus recursos para acabar conquistando Montjuïc en el último suspiro.
Ni a Flick ni a Luis Enrique les va la especulación, y sobre el césped se desplegaban futbolistas capaces de regalar el fútbol más puro. El primero en encender la chispa fue Lamine Yamal: con apenas tres minutos en juego, se atrevió a una ruleta para dejar atrás a Vitinha y Barcola, encaró a Nuno Mendes y sirvió un balón envenenado hacia Ferran. Era solo el inicio de un duelo frenético, de ida y vuelta constante, donde las dos mejores salas de máquinas del continente imponían su sello.
Pedri fue asfixiado por la presión para evitar que desplegara su magia, mientras que Vitinha, poco acostumbrado a perder el control, se veía rodeado de rivales que adivinaban sus pases. No tardó en encontrar la manera de librarse, pero la batalla ya estaba encendida.
Maquinaria implacable
Tras la irrupción de Lamine, las miradas se centraron en el central ucraniano Zabarnyi. Primero, por un cabezazo que llevó el primer aviso del PSG; después, por una providencial salvada bajo palos a un disparo de Ferran tras un pase venenoso de Yamal. La joven estrella azulgrana comprendía que el escenario exigía espectáculo.
Así, aprovechó un error de Vitinha en la medular, conectó con Pedri y dio inicio a una jugada que Rashford culminó con un centro raso para que Ferran abriera el marcador a placer. El Barça golpeaba primero a los veinte minutos, pero sabía que la ventaja era frágil frente a una máquina parisina que, pese a sus bajas, siempre encuentra el modo de ser letal. La advertencia llegó enseguida: Barcola se plantó en el área y solo un mal control le impidió definir, y Dani Olmo rozó el poste con un disparo ajustado. Incluso de córner lo intentaron Cubarsí, Rashford y Ferran, chocando una y otra vez contra la muralla francesa.
Pero contener eternamente al PSG es imposible. Un despiste de Koundé permitió a Nuno Mendes despegar como un avión, penetrar hasta el borde del área y asistir al joven Mayulu para que marcara su primer gol en Champions. El empate llenó de dudas al Barça, que se vio arrastrado por el empuje de los de Luis Enrique. Barcola volvió a probar suerte, aunque desviado, y al filo del descanso Rashford protagonizó otra galopada que Ferran y Olmo no lograron rematar en el primer palo.
En la reanudación, ambos equipos regresaron con las pilas recargadas. Barcola volvió a toparse con Szczesny, y el Barça respondió con una triple ocasión frenética: Ferran, Olmo y Lamine dispararon en cadena, pero Zabarnyi y Hakimi salvaron bajo palos. Era el límite para los azulgranas.
Luis Enrique detectó la debilidad culé por la banda de Koundé y soltó a Nuno Mendes, respaldado por Lucas Hernández, para explotarla. Flick respondió reforzando con Casadó, Lewandowski y Balde, mientras el técnico asturiano recurrió a Gonçalo Ramos tras la salida forzada de Fabián. El partido se mantenía al rojo vivo, sin respiro.
Fue el PSG quien mejor interpretó la recta final. Con Kang In al mando, se instaló en campo rival y sometió al Barça. El coreano rozó el gol con un disparo que se estrelló en la base del poste, preludio de lo inevitable. En el minuto 90, Hakimi irrumpió a la espalda de Balde y sirvió el balón para que Ramos firmara la victoria parisina.


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